Radiografía Informativa.- El tiempo ha sido el mejor juez del Museo Nacional de Antropología (MNA). Aunque su construcción fue cuestionada públicamente por la necesidad de deforestar ocho hectáreas del Bosque de Chapultepec y reducir el espacio de un parque que cada fin de semana recibía 250 mil visitantes, al cumplir 50 años y entrar a su edad de oro, es el museo más visitado de México. El MNA fue inaugurado el 16 de septiembre de 1964. Este miércoles 17 se llevará a cabo en el recinto el acto de conmemoración.
Concebido por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez como una casa en forma de herradura, con un amplio patio central que tiene una gran fuente colmada por una techumbre que remata el pilar y da forma a un paraguas, es visitado cada año por un conjunto de entre 1.3 millones y 2.3 millones de visitantes, según documentos como el estudio Estadísticas Básicas de la Cultura en México. Estas cifras son superiores a la población de cualquier ciudad de México, con excepción de la capital de la República.
En las vísperas de su 50 aniversario, historiadores, antropólogos y arqueólogos describen al edificio como un espejo que ha permitido desarrollar la conciencia sobre el origen de esta nación y la diversidad de pueblos que la componen. En una caminata total de 5.5 kilómetros por sus pasillos y salas se pueden comprender 40 mil años de historia de los seres humanos en lo que hoy es México, desde la prehistoria hasta la vida presente de los pueblos indígenas.
Su colección, que ya rebasaba los 52 mil objetos en el año de su apertura, se ha seguido nutriendo e incluye tesoros como el ajuar y máscara de jade de la tumba del emperador Pakal, de Palenque, Chiapas; joyería de oro rescatada de las tumbas de Monte Albán, Oaxaca; centenarias esculturas monumentales como la Piedra del Sol, del pueblo mexica, en el centro de México; osamentas de hombres y mujeres con 12 mil años de antigüedad que se dedicaban a la caza y la recolección; pero también una colección de vestidos, herramientas y utensilios de las etnias vivas de México, la cual comenzó a reunirse hace más de 150 años en viajes antropológicos por toda la República.
El historiador Miguel León Portilla, miembro de El Colegio Nacional y autor del libro La visión de los vencidos; el arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y el antropólogo físico, especialista en el tema de evolución, José Luis Vera González, director de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), coinciden en utilizar dos palabras cuando se les pide reflexionar sobre la importancia del museo y sus colecciones: profundidad y diversidad.
A su vez, algunos fragmentos de las memorias escritas del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, rescatadas por la revista México Desconocido, reflejan cómo desde el principio el museo tuvo una misión: “Hacer que los mexicanos que lo visiten se sientan orgullosos de ser mexicanos, fue lo que me pidió el presidente Adolfo López Mateos”, narra el hombre que también construyó la nueva Basílica de Guadalupe y el Estadio Azteca.
“Mucha gente cree que los pueblos indígenas son gente floja o perezosa y es falsísimo. Los grupos indígenas, como decía con sarcasmo el doctor Alfonso Caso, ‘eran tan tontos que inventaron el concepto del cero, antes que otros pueblos de la antigüedad, y midieron el año solar con más precisión que el calendarios gregoriano. Eran tan flojos –bromeaba Alfonso Caso- que construyeron pirámides monumentales como la del Sol en Teotihuacán’. Es decir que fueron personas que hicieron civilizaciones grandes y diversas”, dice el profesor Miguel León Portilla.
“Qué bueno que cumple 50 años el nuevo Museo Nacional de Antropología. Yo he tenido la fortuna de haber visitado muchos museos en el mundo y sí le puedo decir, a quien quiera oírmelo, que el Museo Nacional de Antropología de México es un gran museo, con una arquitectura extraordinaria de Pedro Ramírez Vázquez y un atractivo excepcional. Qué bueno que tenemos este museo que sirve para acercar a las personas a lo que nos quedó como testimonio físico y que lo complementamos los historiadores con el trabajo que hacemos todos los días. Me alegra muchísimo esta conmemoración”, concluyó.